M. Gracia Marchena

 


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  Más que llegar, salta y rebrinca
el día primero, la primera hora,
el minuto inicial de hacerse joven,
y casi nunca al son del sol,
sino con lluvia corta y en tumulto
de corazón que baila en la garganta,
lluvia templada que dibuja
los labios que tendrá
la memoria del amor primero.

Siéntate aquí a mi lado,
muchacha, en este patio a punto
de vestirse de lluvia.
Hablemos como entonces,
o, mejor,
hablemos como nunca,
o no hablemos
¿para qué?
si ya no importa
saber cómo te ha ido
por las afueras de mi nombre.
Sólo quiero besarte
al cabo de los años,
igual que, si de pronto,
pudiera comenzar a llover,
sobre este viejo patio abandonado,
aquella misma lluvia
tan deliciosamente vieja
de nuestros diecisiete años.
 
José María Requena (La vida cuando llueve)