Se apagaron las arañas
Una reflexión sobre la decadencia de la monarquía. Sevilla, Editorial Alfar, 2004.



SE APAGARON LAS ARAÑAS


"Se apagaron las arañas
" es una obra de teatro que se publicó en 2004, seis años después del fallecimiento de su autor, por la editorial Alfar y con edición y prólogo del profesor Angel Acosta Romero. Muy curiosa resulta la situación que se presenta al principio de esta pieza dramática en tres actos. Al parecer, tras una revolución social, los integrantes de una familia real destronada continúan viviendo en su Palacio Real pero ya no como poderosos reyes que controlan a su antojo una nación o un imperio sino como una atracción turística promovida por el nuevo poder surgido de la revuelta, la llamada Organización. (...) Porque, en efecto, los miembros de la realeza son utilizados, a manera de espectáculo, como reclamo de visitantes para que muestren antiguos lujos y grandezas, ahora controlados y cautivos, al tiempo que sirven de prueba pública de sus anteriores desmanes e injusticias con su pueblo. (...) En el segundo acto asistimos a uno de esos momentos sólo insinuados anteriormente en el que la familia real, con sus mejores galas, es expuesta a la contemplación (y no se olvide, a las cámaras de fotos) de un grupo de turistas dirigidos por un guía que explica, señalándolos con un puntero, algunos pormenores biográficos y personales de cada uno de estos personajes del cuadro viviente que allí se representa. (...). El escenario espacial cambia en el tercer acto (Nueva York) y nos encontramos a la familia viviendo en un piso amplio "como de familia americana de clase media acomodada", con lo que nos sorprende comprobar que el desenlace inesperado del tumulto contrarrevolucionario y del juicio posterior, ha sido el exilio forzado de toda la realeza, posibilidad en ningún momento prevista de antemano (...). (Angel Acosta Romero. Prólogo Se apagaron las arañas. Editorial Alfar.2004).


Este es el comienzo de la obra...


Se apagaron las arañas: acto primero


Sala amplia y cómoda, como de segunda categoría, dentro de un Palacio Real. Amplio ventanal al fondo. Grandes roperos a un lado y otro, con hermosos espejos de luna, cubren las paredes. Un tresillo rodeado de butacones hacen la estancia bastante cómoda y nada formalista. Esta sala tiene comunicación con las habitaciones de cada uno de los cinco miembros de la familia real a través de un arco de pasillo que comunica también con el resto del ala, donde se suponen el cuarto de servidumbre, la cocina, etc. En uno de los laterales, puerta especial que comunica con los jefes del "espectáculo". Encima de esta puerta, más principal que las otras, aparecerán, nada llamativos, altavoces pequeños con luces rojas que se encenderán al sonar los comunicados.

La REINA AGATA, sentada en un butacón, se echa aire con un abanico de sabe Dios cuánta antigüedad.

El príncipe DARÍO hojea un folleto de propaganda sobre la "Visita a la Familia", donde aparecen precios de entrada y otros detalles, además de una foto de la familia al completo y, esta vez, con foto reciente, en sustitución a una anterior en la que los príncipes aparecían de niños y los reyes aún más jóvenes. Como es lógico, la madre, que ya ha visto el nuevo folleto, se muestra enfadada, porque en la nueva foto del folleto aparece todo lo envejecida que verdaderamente está. Por el contrario, los príncipes DARÍOI, CATALINA y MARÍA se muestran relativamente satisfechos con el cambio de foto.


DARÍO.- (Sin dejar de hojear el folleto). Pues a mí, la verdad, no me desagrada tanto como el otro.

MARÍA.- (Traviesa) Toma. Es que te ves muy guapito en la portada.

DARÍO.- Ni guapito ni nada. Es que en esta soy yo, mientras en la otra era un niño de catorce años... Bueno y tú eras una mocosa de tres.

REINA.- De todas formas, esta nueva foto ha sido manipulada.

DARÍO.- ¿Manipulada? (Sonríe sarcástico)

REINA.- Por favor, hijo, no te sonrías de esa manera tan impropia de persona de tu rango.

DARÍO.- Perdona, mamá. Pero es que dices unas cosas...

REINA.- (Con cierta ira) Es que digo unas cosas, es que digo unas cosas... ¿Y qué es lo que digo? Que esa foto está manipulada (Se levanta, toma el folleto de manos de DARÍO y lo remira). Pues claro que está manipulada.

DARÍO.- (Juguetón) ¿No será que en ella te encuentras un poco menos... joven?

REINA.- (Congestionada de ira) ¿Qué dices?... Pero... ¿Cómo te atreves?... No, si lo van a conseguir, seguro que lo conseguirán, si es que no lo han conseguido ya. Porque, por lo pronto, han logrado que tú, mi hijo, te atrevas a decirme... Bueno... Que te atrevas a insinuar que yo pueda sentirme molesta por aparecer más o menos mayor en la foto.

DARÍO.- (Un tanto juguetón, casi en posición de firme y con una leve inclinación de cabeza) Perdona mamá, perdóname, te lo ruego. Se trataba de una broma.

REINA.- Vaya, una broma... De muy mal gusto ¿no?... Una broma que resulta de lo más extemporánea en unas circunstancias como estas que vivimos (Lloriquea).

MARÍA.- (Sin dar importancia al falso y seco lagrimeo de la REINA) Oye: ¿y por qué dices que esa foto está manipulada?

REINA.- (Olvidada de su llanto histérico) ¿Que por qué? Pues porque la han retocado... Ah, qué ingenuos sois los jóvenes. (Coge el folleto) Os creéis que sois los amos del mundo, que lo sabéis todo y que domináis los cielos de la verdad, pero se os escapan los más significante detallitos (Mostrando la portada del folleto a MARÍA y a DARÍO). Han retocado la foto. Fijaos en cómo los cabellos de tu padre están muchos más canosos de lo que son en realidad. Y a ver qué me decís de cómo han agrandado el escote de mi vestido, y de qué premeditada y maléfica manera han retocado mis ojos, de modo que las orejas sean mayores y más hondas. ¿Por qué? Pues porque todo es poco para ellos a la hora de rebajarnos, a la hora de querer hacer ver que somos gente despreciable, gente enemiga y degenerada. (Perdiendo algo el control) ¿O es que no os dais cuenta de que a vuestro padre le han exagerado el rojo de su nariz hasta el punto de que parece una nariz de borracho? (Más descompuesta aún) ¿Y yo? ¿Qué parezco yo en la foto? ¿En qué me han convertido a mí mediante esos burdos retoques? Pues en una de esas cabareteras viejas que no se resignan y que siguen enseñando los pechos y los muslos. Ay, Dios mío, pero ¿qué habré hecho yo para merecer tantas y tan continuadas vejaciones? Y, para colmo, ni siquiera vosotros, mis hijos... (Se interrumpe al sonar un timbre).

REINA, DARÍO Y MARÍA miran hacia la lucecita roja que se ha encendido encima de la gran puerta que comunica con los jefes del "espectáculo". Suena una voz por el altavoz, con volumen mediano.

VOZ.- Atención, atención. Se les recuerda que esta tarde, a las seis, se iniciará el paseo a caballo... Preparados, pues, para esa hora los números dos, tres, cuatro y cinco. Repetimos: Esta tarde a las seis se iniciará el paseo a caballo.

El mensaje ha sido oído por los personajes con la mayor naturalidad, como cosa muy acostumbrada, señalándose cada uno a sí mismo con un gesto indicativo que el número tal o cual es el suyo.

REINA.- Quién iba a decirme a mí que llegaría un día en que iba a cabalgar por obligación.

Se hace un silencio. DARIO repasa de mala gana el folleto que comentaban anteriormente y acaba por echarlo sobre un butacón vacío. MARÍA, su hermana, se levanta y ante uno de los espejos grandes se arregla los cabellos.

REINA.- (Soñadora, quejosa, frustrada, como si pensara en alto, sin reparar en la presencia de los hijos) A caballo iba yo cuando tu padre me declaró su amor, un amor encendido, un amor casi violento, en mitad de aquel impresionante bosque de abetos. Qué silencio más importante... No, Calixto, no, por favor, pueden vernos... Que te he dicho que no. Pero ¿es que no oyes el galope de los demás caballos?

DARÍO.- (Que ha seguido, sin sensación alguna de sorpresa, el delirio momentaneo de su madre) ¿Y qué? ¿Te beso papá o no te beso?

MARÍA rompe a reír con la frescura de sus dieciocho años, mientras que la REINA despierta de su evocación con cierto sobresalto.

REINA.- ¿Cómo? ¿Cómo dices? ¿Me preguntabas algo?

DARÍO.- (Quitándole importancia al asunto) Nada, mamá, no te preguntaba nada.

MARÍA.- (Juguetona) Ah, no, tú no, pero yo sí quiero preguntarle algo a mamá... (Pausa) (A su madre, repentinamente seria) ¿Estás dispuesta a contestarme?

REINA.- Depende.

MARÍA.- Ah, entonces no me interesa hacerte la pregunta.

DARÍO.- (Chungón) Por probar no pierdes nada.

REINA.- Tu hermano lleva razón. (Soberbia) Tú preguntas y yo contesto o no contesto.

MARÍA.- Presiento que ahora estás deseando que te haga unas preguntas que no has querido contestar nunca.

REINA.- ¿Cómo cuáles?

MARIA.- Como ésta...

REINA.- Venga, adelante...

MARÍA.- Antes de que te besara papá ¿te besó algún otro hombre?

DARÍO abandona su actitud de indiferencia y atiende, divertido, acaso presintiendo reacciones espectaculares.

REINA.- (Soñadora y muy contenta) Besar lo que se dice besar, no. Me robaron besos. Eso sí, uno de ellos en una barca, sobre un hermoso río, inolvidable, niña mía, inolvidable, encantador momento... (Como si despertara del extasis) Pero yo bien que se lo dije: "Me ha robado usted ese beso y sólo le perdono que lo haya hecho, por la delicadeza y la decencia con que lo ha conseguido..."

DARÍO mira a su hermana MARÍA y sonríe, como diciendo que la fantasía de su madre no tiene remedio. La REINA se arregla ante un espejo y MARÍA ante otro, mientras DARÍO se acerca a un ventanal, retira las cortinas y contempla el panorama inmediato del edificio.

MARÍA.- (Volviéndose hacia su hermano) ¿Mucho turista?

DARÍO.- Trece autobuses. Acabo de contarlos.

MARÍA.- (Se acerca a su hermano y le dice sin que le pueda oír su madre) Por allí debe moverse papá con su gorra de ordenanza o de qué sé yo.

DARÍO.- Y ¿por qué hace eso? ¿Por qué se disfraza? ¿Acaso por buscar "amistades" con extranjeras maduritas?

MARÍA.- No. Eres demasiado injusto al juzgar a papá. ¿Sabes lo que busca papá?...Busca sencillamente el sabor de la vida normal.

DARÍO.- ¡El sabor de la vida normal!

MARÍA.- Sí, el sabor de la vida normal. Eso es lo que busca. Exactamente todo lo contrario de lo que busca uno a quien le gusta más que mucho nuestra hermana Catalina.

DARÍO.- Te refieres a José.

MARÍA.- Sí, me refiero a José. ¿Qué es lo que busca José...? Pues José busca en Catalina todo lo que no es normal, lo que no es corriente, lo que no es popular, algo que se salga de la monotonía de la vulgaridad.

REINA.- ¿De quién murmurais? ¿Contra quién? ¿Habláis a media voz?

DARÍO.- Contra nadie. No hablamos mal de nadie. Le decía a mi hermana que hay trece autobuses en la explanada. (A media voz, sin ser oído por la madre). Dos autobuses más que ayer y cuatro menos que el domingo, y ninguno de ellos lleva en el techo la cruz escarlata... A veces deseo que esa señal no llegue nunca... No sé si valdría la pena de que esos buenos leales perdieran la vida por nosotros...

Entra por el fondo la princesa CATALINA. Es muy bella, pero más bien triste y muy pensativa.

CATALINA.- Hola. Ya habréis oído que el paseo a caballo será a las seis. El jefe de las cuadras está que echa culebras por la boca, porque según dice, está seguro de que, una vez más, llegaremos tarde.

REINA.- Ah, ¿sí? ¿Está irritado? Pues no sabes cuánto me alegro. Siempre me alegro de los enfados de toda esa gente que nos odia...

DARÍO.- Bueno, bueno... Te alegras de sus enfados y también de sus desgracias... Y eso... No es muy cristiano que digamos...

REINA.- No es cristiano. Pero sé que Dios me perdonará, porque si me alegro de las desgracias de toda esa gentecilla es porque estoy segura de que están al servicio del mismísimo demonio.

CATALINA.- Por favor, mamá, no desbarres.

REINA.- ¡Niña!

CATALINA.- Ni niña ni nada. Que, como estás diciendo una barbaridad, yo te digo que estás diciendo una barbaridad, no sólo una barbaridad religiosa, sino también una bestialidad a secas por lo que tiene de inhumana.

REINA.- (Muy acalorada y descompuesta) Así es que...Me has llamado bestia... Darío, hijo, tu hermana me ha llamado bestia.

DARÍO.- Vamos, mamá, vamos. Catalina no te ha llamado bestia. Ella sólo dice que tú habías dicho una bestialidad.

Pausa. La REINA pasea inquieta, sin dejar de mirar con cierto rencor hacia su hija CATALINA. (...)


Marzo de 2011

Carmona a vuela pluma
La Delegación de Cultura del Exmo Ayuntamiento de Carmona, Olavide en Carmona y Servilia Ediciones, presentaron en el Parador Nacional de Carmona el libro: "Carmona a vuela pluma. Antología de escritos carmonenses. José Maria Requena". Antonio Montero Alcaide, editor de la obra, junto a Juan María Jaén Ávila, hicieron una semblanza de los textos recopilados y la biografía del autor. ampliar>>

Junio de 2010

Pintura y poesía
Entre el 4 y 20 de junio se expone en la Biblioteca Pública Municipal de Carmona una muestra de pintura a cargo de alumnos del Aula de Pintura de Carmona, que bajo dirección de la profesora Dña. Manuela Bascón han realizado una serie de cuadros inspirados en poemas de José María Requena. ampliar>>

Enero de 2010

Memorias del periodismo sevillano
Con motivo del primer centenario de la Asociación de la Prensa de Sevilla, se presentó la obra "Periodistas de Sevilla (Retratos de autores de dos siglos)", editada por Mª José Sánchez-Apellániz, y que recoje un homenaje a las personalidades más destacadas del periodismo hispalense en los últimos dos siglos. ampliar>>

Julio de 2008

Décimo aniversario
El 13 de julio de 2008 se cumplen diez años de la muerte de José María Requena. El escritor sevillano Antonio Montero Alcaide homenajea su memoria en un artículo en ABC de Sevilla. ampliar>>

Noviembre de 2002

Publicada la obra completa
Editada por el Ayuntamiento de Carmona, ya está disponible el tercer y último tomo de las obras completas de José María Requena. Se trata de un total de tres volúmenes que recogen toda su producción poética, novelística, ensayística y de narrativa breve, además de una selección de artículos de prensa y diversos textos. Para más detalles: archivo@carmona.org
Teléfono: 954191458


Antonio Petit Caro
Reivindicación de José Mª Requena en el cincuenta aniversario de la muerte de Juan Belmonte
"Ahora que se conmemora con los honores que le son debidos a su memoria los 50 años de la muerte de Juan Belmonte, es momento para reivindicar la autoría de la primicia periodística de aquella luctuosa noticia. Y es que fue el escritor, poeta y periodista sevillano José María Requena quien primero lanzó al mundo la versión completa de lo que no fue sino una tragedia en "Gómez Cardeña"...." ampliar>>

Manuel Losada Villasante
En recuerdo de José M. Requena
"Compartí con José María Requena -hombre de pueblo entrañado con el campo- momentos inolvidables a lo largo de la infancia, juventud y edad madura, y me sentí muy unido a él humana y espiritualmente..." ampliar>>

Enrique Montiel
José M. Requena, una teoría de Andalucía
"Y es que resulta en extremo difícil desproveer la narrativa de Requena, tan pulcra y bien hecha, de lo sociológico, de lo político, de lo histórico..." ampliar>>

 

 

 

 
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