Artículos
de Prensa
Una selección de escritos de prensa publicados a lo
largo de su vida
Poesías y otros textos
Poemas y otros textos sueltos, algunos inéditos
Conferencias
Facultad de Filología de Sevilla, Abril de 1997
Pregones
Pregón de la Semana Santa de Carmona 1952 y la Feria
del Libro de Sevilla 1993
El alma
de José María Requena
Breve colección de textos de José María
Requena sobre Carmona
Carmona a vuela pluma
Antología de escritos carmonenses de José María
Requena
|
Presentación |
Vida
y obra de José María Requena
El estudio de investigación más amplio realizado
sobre la vida y obra de Requena, escrito por el Dr. Ángel
Acosta Romero, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias
de la Información de la Universidad de Sevilla.
CARMONA A VUELA PLUMA. ESCRITOS CARMONENSES
DE REQUENA
|
Alejamiento de cercanía
Prólogo de Antonio Montero Alcaide
Afirma el Diccionario que la locución adverbial a
vuela pluma denota hacer algo muy de prisa,
a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar,
sin vacilación ni esfuerzo; pero es seguro
que los textos reunidos en este libro, así como la
propia tarea de encontrarlos y recopilarlos, están
sobrados de meditación capricho de las musas
aparte, han sido de objeto de esas vacilaciones que
sacuden el entendimiento o el oficio para dar con la forma
justa, y sí, claro que sí, conocen o son deudores
del esfuerzo porque eso de ponerse a escribir no es tan
fácil ni mecánico como más de uno piensa.
De modo que, con Carmona a vuela pluma, se da título
a esta singular antología de textos de José
María Requena (1925-1998), queriendo connotar con
ello que los recuerdos vuelan, aderezados de nostalgia,
como si una pluma, de acá para allá, en el
etéreo sostén de las brisas de la vega, rozara
las suaves estribaciones y el diverso inventario del tiempo
ido. Que el mismo José María, en el artículo
con que colaboró en la Revista Carmona y su Virgen
de Gracia, del año 1986, optó por esa referencia,
Carmona
a vuela pluma, que ahora pone título a este
libro.
Ya en el año 2004, Servilia Ediciones publicó
El alma de José
María Requena, para reunir en sus páginas
textos, generalmente inéditos, que el escritor carmonense
escribió con motivo de su participación en
distintos actos y conmemoraciones a los que era invitado
en su ciudad. Siete años después, las páginas
que siguen, bajo el auspicio de la misma editorial, retoman
parecido empeño y se ocupan de agavillar escritos
de José María Requena que han aparecido, asimismo,
en revistas y publicaciones de Carmona. Ya se dijo, pero
no estará de más repetirse, que la tarea ha
sido ardua, puesto que las primeras tentativas se iniciaron
a comienzos del año 2005, con intenciones sucesivas:
indagar, de modo sistemático, en todas las publicaciones
locales que incorporaron textos y colaboraciones de José
María Requena; disponer de reproducciones de todos
los escritos requenianos; y transcribir después,
para la edición del libro, todos esos mismos textos
en los soportes convenientes. Téngase en cuenta que
los primeros escritos recopilados corresponden al año
1945, cuando el escritor contaba con veinte años
de edad; y que, aunque pudiera parecer lo contrario, no
es fácil localizar colecciones completas de las revistas
en que el escritor solía colaborar hasta su fallecimiento,
en 1998. La mayor parte de los textos, entonces, aparecieron
en la revista Carmona y su Virgen de Gracia, que
edita la Hermandad de la Virgen de Gracia, o en las publicaciones
que, con parecido objeto de programa divulgativo de las
fiestas patronales, se publicaron desde de los años
treinta del pasado siglo. Pero también en los libros
y revistas de la Hermandad de la Virgen de Gracia, de carmonenses
residentes en Cataluña; en la revista ECO,
de los Antiguos Alumnos Salesianos; en la revista Estela;
en los Programas de Feria de la Peña La Giraldilla;
en la entonces Revista Programa del Consejo de Cofradías;
en el Boletín de la Hermandad de Nuestro Padre
Jesús Nazareno; o en publicaciones conmemorativas,
además de algunos textos inéditos que han
podido incorporarse del propio archivo familiar del escritor.
Se dispone, en conjunto, de cincuenta y cinco textos, mayoritariamente
narrativos, junto a una breve pero distinguida muestra de
poemas. Una de las vacilaciones iniciales por lo que
se reitera, y quizás ya no haga falta, que el trabajo
no se ha hecho a vuela pluma consistió en decidir
el orden en que aparecerían los textos en las páginas
del libro. Recurrir al criterio cronológico no sólo
es socorrido por su obvia ordenación, sino que, en
materia literaria, también permite al lector atento
y avezado percatarse de cómo evolucionan las maneras
del escritor e incluso, puesto que el objeto carmonense
de los textos es compartido, cómo se concatenan,
redundan, refuerzan o atemperan los argumentos. Sin embargo,
la revisión detenida de los escritos ha permitido
agruparlos, a partir de ciertas identidades compartidas,
en siete capítulos, de fronteras difusas, bien es
verdad en algunos casos, que pretenden orientar la lectura
tras catalogar los contenidos. El más extenso de
los capítulos, tal como era de esperar, no es sino
un Detenido
ejercicio de nostalgia, del que ahora daremos
alguna cuenta. Cuando José María Requena escribe
de gente a la que siente y tiene cerca, bien nos vale otro
capítulo, Alma
de gentes. Como cuando lo hace de las devociones
con que ha levantado la altura de los días: Patria
de las devociones. Igualmente, cuando repara en
algún que otro apunte histórico literariamente
contado, Historia
literaria de Carmona; o cuando se recrea en la
Feria de Carmona y en la Peña La Giraldilla,
Feria giraldilla.
Importan mucho los sitios y lugares de Carmona para la escritura
de Requena y son espléndidos los textos que se recogen
en Geografía
del recuerdo. Mientras que el último capítulo,
Versos entrañados, incluye poemas sentidos
y rotundos. Pues bien, tanto uno como otro criterio, el
cronológico y el temático, se estiman en la
edición, ya que los textos considerados para cada
capítulo sí se ordenan por fechas de publicación.
Además, para cada escrito, al final del mismo, se
incluye una referencia de la publicación en que apareció
y el año de la misma, incluso de las distintas publicaciones
que reprodujeron el mismo texto; y sólo en contadas
ocasiones no han podido precisarse estos datos por el carácter
inédito de los escritos o por la dificultad para
localizar la publicación en que aparecieron, cuando
sólo se disponía de recortes. Como complemento
de sus contenidos, el libro incluye una colección
de artículos periodísticos, de Antonio
Montero Alcaide, en los que se evoca la figura y la
obra literaria de José María Requena tras
su fallecimiento, Ejercicio de añoranza;
así como un artículo del destacado carmonense
Manuel
Losada Villasante, con motivo del primer aniversario
de la muerte de Requena. Y, a su vez, se aportan referencias
de toda la obra publicada por el escritor en narrativa,
poesía, ensayo y teatro.
Por qué, entonces, Alejamiento de cercanía
para dar razón de este prólogo. Pues por razones
distintas pero no distantes. En unos casos, la distancia
física, que Requena no duda en reconocer al incluirse
en la diversa categoría de los que se fueron:
Yo soy de los que se
fueron, de los que algún que otro atardecer necesitan
montarse en la imaginación para llegar
a la Plaza de San Fernando y pasar por la calle Vendederas
hasta Santa María, en una tarde farolillera
de la novena. Soy de los que han perdido muchísimo
hilo. Te vas del paisaje a galope tendido, con las sienes
estallantes, y resulta que luego quisieras tener a todo
tu pueblo al alcance de los fines de semana o, por lo
menos, lo mejor de tu pueblo cuando alguna pena se te
pone incurable, y sabes que se te podría quitar
con un crepúsculo entre olivares o presentándote
solo en el Alcázar para ver cómo se derrama
el sol sobre la gloria de los trigos...
(Carta de Bilbao, 1960) |
En otros, la distancia medida en el particular trayecto
de las emociones, aunque Carmona quede a un tiro de piedra
de Sevilla, donde ya reside el escritor:
Se ve que, con los años, la memoria, ya
un poco cansada de hacernos revivir aconteceres, se
empeña en recuperarnos sensaciones aisladas,
distantes y como adormecidas en los archivos mentales
de la infancia. Algo de esto me ocurre, sobre todo,
en la intensa relación que mantengo con mi pueblo
desde un entrañable alejamiento de cercanía.
Llegan, por ejemplo, los primeros calores del verano,
y el olfato se me pone a recordar el penetrante aroma
un tanto nórdico de aquella fábrica de
hielo, situada a dos palmos de un arriate de la Alameda.
Y en la evocación de los principios de la cuesta
que lleva a la vega, vuelvo a presenciar, desde el balcón
de mi casa, el brioso y fatigado arribo de las grandonas
galeras cereales, a punto de romperse el pardo acero
muscular de los mulos altos, entre colérico y
orgulloso el látigo del carrero, frenético
estallido de salivazos y palabrotas
(Pequeñas cosas de aquellos días
lejanos, 1992) |
Si bien, no es lo mismo, ni con mucho, una emoción
que una emoción recordada:
Porque una cosa es una emoción, y otra
bien distinta será siempre esa misma emoción
revivida en las más sensitivas entretelas de
la memoria
(Recuerdos como cirios, 1984). |
Justamente por esto, al cabo del tiempo, opera la sabia
y descriptiva lógica de la edad, para poner las cosas
en los sitios que, antaño, en el tiempo y la edad
de entonces, se desconocían o no era posible discernirlos:
Por pura lógica de la edad, me resulta
factible recomponer escenas, diálogos y sensaciones
de hace más de medio siglo. Y, por supuesto,
cuando me decido a ejercer tamaña facultad de
brincos evocativos, al compás que me asombro
ante el disparatado transcurso del tiempo, descubro
perspectivas que ni por asomo hubiera podido utilizar
en aquellos lejanos momentos rescatados hoy por los
resortes de la memoria
(Túnicas y capirotes, 1994) |
Es decir, un algoritmo de distancias física,
emocional, cronológica del que resulta la acertada
paradoja de un alejamiento cercano. En él se afincó
José María, sobre todo, desde su regreso a
Sevilla, en 1964, tras su desempeño en Bilbao como
redactor de La Gaceta del Norte. Carmona a poco más
de media hora y el escritor en una intensa relación
que mantengo con mi pueblo desde un entrañable alejamiento
de cercanía; como si esa distancia, tan ligera
en lo físico, resultara necesaria para catapultar
las otras distancias de la emoción y de los años.
Cierto que el tiempo más carmonense de Requena fue
su infancia y que, desde la calle San Pedro en la que vivió,
la antigua carretera nacional era una línea de fuga
cuando tomaba rumbo a Madrid, allende El Derramadero desde
el que José María, de niño ya metido
en los primeros años de las cavilaciones, aventuraba
las escapadas de la vida o quién sabe si el mundo
se le encogía entre las blanqueadas lindes del callejero
y las pletóricas chumberas de los alrededores del
pueblo. Aunque siempre tuvo claro que Carmona era una clave
principal de su vida y de su obra. Para la primera, la vida,
estos versos lo cercioran:
"Todas las tierras,
todas las ciudades,
tienen mudas señales
para contar la vida de los hombres
Son gestos de los ríos,
silencios dominantes de las torres,
abrazos de las plazas,
miradas especiales de las calles,
maneras de encontrarse
los barrios y los campos
"
("Gracia pensativa", 1969) |
Y la obra del escritor es asimismo deudora del lugar en
que conoció las primeras luces del mundo:
"En todo caso, las
deudas corren a favor del pueblo que le dio al escritor
el nacer y el conocer y el sentir, el pueblo que le
puso desplegados los paisajes, las torres, las murallas,
las calles y las plazuelas, el encanto de su lenguaje
y la gracia de sus gestos, la vida toda entregada a
manos llenas en el rincón apartado que el escritor
tiene para convocar las más diversas cosas y
los más encontrados sentimientos...
(El escritor y su pueblo, 1982). |
Así que, a propósito del distanciamiento,
ya se ha dado cuenta del Detenido
ejercicio de nostalgia que conforma el primer
capítulo del libro. Pero interesan otros anticipos,
como éste donde el escritor reitera su nostalgia
desde la azotea bilbaína:
Muchas veces, en la
azotea nublada del Norte de España, juego un
poco a grabarme por dentro mi pueblo con sus adentros
humanos. Viene a ser todo como un ir escogiendo calles,
evocaciones y últimas noticias para convivir
con lo más esencial de Carmona
(Carmona desde lejos, 1963). |
O esta manera de recordar a los otros carmonenses que
emigraron a Barcelona:
El autobús
de Casal enfilaba la calle Sevilla, tan sencillamente
abrazadora para los regresos, y tan desmayada en esos
instantes de escapada, cuando la maleta que va arriba
es de las grandes, fotografías incluidas, con
ropas dobladas entre llantos de media hora antes de
ajustar las cerraduras
(Crónica desde Sevilla para Barcelona,
1970) |
O este recreado emplazamiento de la Fuente de las Viñas:
Siempre que bajo por
la cuestecilla de la Fuente de Las Viñas, me
da por presentir que voy a encontrarme allí con
un puerto antiquísimo, donde veré cientos
de fragatas veleras recién arribadas después
de inacabables rumbos fenicios y romanos, sin que falten
fantasmales buques faraónicos apresados por las
soberbias naves de Tartessos |
Que hace juego con la evocación del tren:
No lejos del cementerio
viejo, a menos de doscientos metros de aquellos paredones
mortuorios, se nos quedó tatuada para siempre
la ilusionada y renegrida tristeza de la estación
ferroviaria, que, aun muerta ya, y poco menos que amputada
en el olvido, te impresiona lo mismo que un libro de
memorias con mucha gente dentro del tren de la nostalgia |
En una colección entrañable y fabulosa: Carmona
a vuela pluma, 1986. Sin que falten, tampoco, las
hortelanas albercas de Carmona y la fresca filiación
de sus aguas:
Lejos, muy lejos,
a la distancia inasequible de la nostalgia, se nos quedaron
aquellas aguas siempre sombreadas de las huertas, alivios
de ilusiones para quien todavía no se pudo encarar
con el asombro azul del mar desde la playa, toda la
grandeza de lo verde circundando el hermoso lujo del
agua acabada de parir por la misma tierra madre de naranjos,
perales y moreras, de acelgas y alcauciles, de parras
y pimientos...
(Aquellos veraneos de alberca, 1987). |
También se incorpora a este capítulo un
texto que, sin resultar tan propiamente evocador, es escrito
por el escritor cuando, como periodista, cubre la Vuelta
Ciclista a España e informa de ella en la revista
Estela (1959):
Los capitanes de equipos
llevan a sus órdenes a unos hombres que están
obligados a serviles agua, a esperarles durante el cambio
de rueda en el pinchazo y hasta en determinados casos
a ofrecerles su propia bicicleta cuando la avería
no admite una reparación urgente. Son los domésticos
auténticos camareros que también hacen
de verdaderas locomotoras marcando el tren delante de
su jefe y apechando con el viento en contra
(Impresiones de la Vuelta Ciclista a España,
1959) |
Pero este ejercicio periodístico, el conocimiento
y la experiencia que procura, alimenta el relato de una
novela escrita por José María Requena bastante
tiempo después: Etapa
fin de sueño, 1993; de la misma forma que
sus crónicas taurinas, en La Gaceta del Norte,
y el acercamiento al peculiar universo de los toros, tendrán
bastante que ver con su novela más conocida, El
cuajarón (1972), y con dos ensayos magníficos:
Gente del toro
(1969) y Toro mundo
(1990).
A gente de Carmona, que Requena siente cerca y adentro,
corresponden los textos del capítulo segundo, Alma
de gentes. Es el caso del pintor José
Arpa, tan vinculado a la familia del escritor:
La última vez
que le vi pintar fue en las antevísperas mismas
de su muerte. Desde la florida glorieta de la Alameda
de Carmona pude presenciar el rito minucioso con que
captaba el perfil afilado y dramático del Picacho,
tembloroso y paradójicamente seguro cada golpe
de pincel, tal y como si más que pinceladas pusiera
en el lienzo su mejor estilo de encariñarse con
el panorama. Un par de días después de
aquella tarde, murió don José Arpa en
Sevilla. Todos los colores de Carmona y de sus campos
echan de menos su mirada desde entonces
(Evocación de Arpa, con Carmona al fondo,
1981). |
También figura en esta entrañable galería
Fernando, un hombre de campo transmutado en guarda, guía
y, como cuenta Requena, hasta cosechero de almendras de
la Necrópolis de Carmona:
Y para cuando fue
levantado el edificio del museo, ya era casi antigua
aquella casita de un solo piso y de corte hortelano
en la que Fernando sigue viviendo todavía. Y
deletreando, deletreando, se aprendió de memoria
y de entusiasmo toda la mínima erudición
que se precisa para enseñar y explicar la importancia
de su necrópolis
(Fernando, gañán arqueológico,
1959). |
Gregorio Cabeza, que perdió a su mujer y su cuñada
en un desgraciado accidente ferroviario, también
recibe letras escritas con el alma:
Ya sé que tú
la vas llamando por todos los corredores, y que, en
mitad de los patios grandes, alzas los ojos hacia el
cielo y se derrama sobre ti la luz del sol con un algo
de caricia perdida. Es más: te veo en el rostro
las arrugas dejadas por los gestos con que a veces intentas
recuperar del todo el dibujo de tu risa, durante el
alargado tiempo del insomnio, en noches de tantísimo
abrazar los perfumados huecos de su ausencia
(Carta para Gregorio, amigo mío, al que
le hablo del cariño más grande de su vida,
texto inédito). |
Las serenas y asentadas devociones del escritor acuden
asimismo a su escritura y en el capítulo tercero,
Patria
de las devociones, se compendian magníficas
muestras de ello. Ésta es una forma singular de rezar:
Llegas cualquier mañana,
te arrodillas en un banco de aquellos tan a oscuras
y todo tú te llenas con tu pueblo y con sus nombres
y te notas por dentro la piña de recuerdos que
le concede peso a tu existencia... Y rezas, sin elegir
palabras, sin tan mirar siquiera... Y resulta que en
ese momento, justamente en ese instante, de no saber
qué decir ni atreverse a levantar los ojos, sabes
que estás charlando con la mismísima Gracia
de la Virgen
(La Gracia de la Virgen, 1972). |
Y ésta otra, una manera de evocar la emoción
que subió para siempre de la Ermita a Santa María:
Ay, Señora
de Gracia de Carmona, cuánto me hubiera ilusionado
haber sido un chiquillo de los que se movían
por fuera de las filas de parroquias y escuelas, el
niño ese que se mueve inquieto durante todas
las romerías y procesiones, en incansable y sudoroso
subibaja, para verte de cerca y de lejos, por un lado
y el otro, a veces pensativo, a veces cantándote
una copla por su cuenta, y también quién
sabe si con unos deseos muy raros de llorar, acaso de
emoción ante lo inexplicablemente hermosa que
ha nacido la tarde esta de traerte hasta el pueblo para
siempre
(De la Vega a Carmona subía la Virgen,
1985). |
Dos maneras de contar literariamente apuntes de la historia
de Carmona son objeto del capítulo cuarto, Historia
literaria de Carmona. En uno de los textos más
juveniles que se recopilan en el libro, el escritor detalla
una escaramuza de espías en la Carmona árabe:
Cierto día
mandó traer ante sí el soberano de Sevilla
a un rústico campesino de las afueras. Le hizo
despojarse de sus míseras vestiduras, regalándole
en cambio una preciosa juba y ordenándole que
cogiera en los olivares que median entre Sevilla y Carmona
un haz de leña y que se fuera al mercado de Carmona
donde pediría por él la fantástica
cantidad de cinco dirhemes. Ordenole además que
en el caso de no encontrar comprador se volviera a su
presencia, que él le galardonaría largamente
(Espías árabes en Carmona,
1946) |
La Feria y la destacada labor de la Peña de
La Giraldilla no faltaron, tampoco, en los escritos
carmonenses de Requena. El capítulo quinto, Feria
giraldilla, da buena razón de ello,
con la reiterada perspectiva del tiempo y sus circunstancias:
El caso es que nuestra
Peña nació en tiempos de escasez de todo.
Cuando el Mundo tenía bloqueada la alegría
de España; cuando el mollate era
de las poquitas cosas que se compraban sin cartilla;
cuando la Feria de Carmona era un sueño alicortado
entre dos o tres casetas, en torno al tablado de música,
y bajo la más desperdigada tristeza de sus doscientos
farolillos...
(La Peña cumple veinte años,
1966). |
Los lugares importan mucho a Requena porque, además
de materia del recuerdo, son motivo de su escritura más
arraigada en Carmona. Por eso se reúnen en el capítulo
sexto, Geografía del recuerdo. Uno de
los mejores artículos del libro lleva por título
La Cuesta (1983), y este párrafo vale
tanto para una escena cinematográfica como para los
magistrales pinceles de Arpa:
De un lado para otro,
como enloquecido por una batalla a punto de perdida,
farfullaba palabrotas el carrero, chorrito de espumarajos
desde la barbilla a la pelambre del pecho, repartido
el mirar por los bajos del carro, como si intentara
darles ánimos a los maderos de la galga en sus
crispados frenajes sobre las ruedas. Pero, sobre todo,
ningún otro gesto repetía tanto como aquél
de achicar los ojos, al compás que daba un saltito
aniñado, para ver llegar soluciones o alivios
allá por los altos del repecho, entre las orejas
tiesas del mulo puntero.
La Cuesta (1983) |
Los alrededores de Carmona conocieron el paseo y las primeras
dudas del escritor, niño que ya empezaba a dejar
de serlo. A campo abierto, Carmona es otra y hasta se orea:
Tales son los campos
que cercan por los cuatro costados a nuestro pueblo.
Tales son las plantas, tierras y aguas que se ofrecen
por sus alrededores y extramuros, la Carmona que, de
cuando en cuando, desea salirse de sí misma,
para curarse con aires abiertos la irrespirable trascendencia
de su historia, libre de murallas y monumentos, a solas
con el surco y el arroyo, dejándose ganar por
la materna tibieza de una tormenta de verano
(Alrededores, 1993). |
Y, con el recuerdo de El Angostillo, Requena cerciora las
malas partidas que suele jugar la nostalgia con la baraja
de las expectativas:
Porque es que, con
los años, la extremada y sutilísima sensibilidad
de la añoranza suele jugarnos frecuentes malas
pasadas en la emoción sin igual de los regresos,
imposible que cuadren las magnitudes propias de las
cosas tal y como son y esas otras proporciones de las
cosas que han sido traspasadas por la dorada magia de
la nostalgia
(Recuerdos en El Angostillo, 1995). |
No podía faltar la poesía en esta compilación
de textos requenianos, y el último capítulo,
el séptimo, los recoge a modo de Versos entrañados,
porque así están escritos, desde un profundo
e íntimo afecto del ánimo. Caben, por ello,
tanto una misiva de rimada condolencia:
Y es que, Antonio,
la muerte
a la par que nos quita,
nos entrega del todo lo perdido,
tan del todo que ya se pierde el miedo
a perder lo más nuestro, y olvidamos,
o mejor que olvidar, nos convencemos
de que van nuestros muertos con nosotros
(Carta, texto publicado, no se dispone de
referencia). |
Como coplas algo menos penosas pero igualmente sentidas:
Que todo aquel amorío
pudo ser, pero no es.
Si todo el agua se fue
¿de qué sirvió el manantío?
No hay quien vuelva del revés
las corrientes de los ríos
(Coplas, texto inédito). |
Así quedan compuestas, entonces, las páginas
de Carmona a vuela pluma que ahora reciben el bautizo
de la tinta y el agasajo de la lectura. Pero, para que haya
sido posible, no pocos esfuerzos se empeñaron en
la tarea y éste es el momento de los agradecimientos.
A los actuales responsables de las publicaciones en que
colaboró José María Requena es necesario
reconocer su atenta ayuda: Carlos Alberto Molina González,
Hermano Mayor de la Hermandad de la Virgen de Gracia, y
Rafael Méndez Pérez, Director de Estela,
que también disponía de ejemplares de la revista
ECO. Felisa Delgado Castillo dio todo tipo de facilidades
para contar con las antiguas publicaciones de la Peña
La Giraldilla, que ella custodia como legado peculiar de
su padre, el prohombre giraldillo Paco Delgado. Antonio
Miguel Bermudo Salas, por las tareas que ha desempeñado
tanto en la Hermandad de la Virgen de Gracia como en el
Consejo de Hermandades y Cofradías, puso esmero e
interés en la búsqueda de las colaboraciones
publicadas por José María Requena tanto en
la Revista de la Virgen de Gracia como en el Boletín
del Consejo de Hermandades y Cofradías. María
Ángeles Piñero Márquez, bibliotecaria,
y el personal con que contó en la Biblioteca Municipal,
que lleva el nombre de José María Requena,
iniciaron la transcripción de los textos previa a
la edición del libro. Y la empresa carmonense INGRASEVI,
bajo la dirección de Rafael Barrera Osuna y Francisco
Chamorro Pérez, a la que también se vincula
SERVILIA EDICIONES, completó, con su eficiente personal,
la transcripción y realizó la maquetación
e impresión del libro. De manera particular, la familia
de Requena, encabezada por Rosa Álvarez Marcos, viuda
del escritor, y con el más directo contacto de Jacinto
Requena Álvarez, su hijo, ha ofrecido todo tipo de
colaboración, además de una revisión
del archivo y los trabajos de José María Requena.
La publicación del libro, asimismo, cuenta con la
colaboración del Excmo. Ayuntamiento de Carmona,
cuyo Concejal Delegado de Cultura, José Miguel Acal
Fernández, apoyó desde el inicio el proyecto
de edición; y de Olavide en Carmona, con el ofrecimiento
de Francisco Hidalgo Rosendo.
Permítanme, para acabar, que busque a José
María en las entretelas de la memoria y en la querencia
de la añoranza porque pude acercarme a él,
en sus últimos años terrenales, gracias a
la profunda amistad que él mismo compartía
con mi padre y que ahora estarán recreando en los
serenos y prodigiosos cielos de Carmona. Tengo sobre la
mesa algunas de las cartas y anotaciones que tan generosa
y atentamente me enviaba con ocasión de mis primeras
andanzas con las palabras; conservo con mimo algunas páginas
del periódico ABC de Sevilla donde pudieron aparecer
juntos sus artículos y los míos, en una vecindad
que me satisfacía sobremanera junto a tan insigne
maestro de las letras disciplinadas en el registro del artículo
periodístico; y atesoro en el cofre de los mejores
recuerdos algunas tardes de conversación en las que
Requena incluso se hacía más escritor por
lo que tan deliciosamente contaba. En el Pregón que
pronunció en Carmona, el año 1992, a sus sesenta
y siete años, con motivo del XXV Aniversario de la
constitución de la Hermandad de la Virgen de Gracia,
en Barcelona, hizo este espléndido recuento de la
vida:
¡La vida! Hay que ver la de años que
es necesario vivir para aprender a tomarle el peso a la
vida, un peso tan cargante, y, paradójicamente, también
tan inquietantemente liviano y corto, apenas sin tiempo
de medir y temer la vertiginosa aceleración con que
se nos van de las manos y del alma tantos rostros y palabras,
como si un fuerte ventarrón se estuviera llevando
por delante, de continuo, las sucesivas hojas de nuestra
gran arboleda de experiencias y emociones, de cosas grandes
y pequeñas, de tantas ilusiones conseguidas y de
tantos desengaños cumplidos, de toda una hojarasca,
en fin, que, en llegando a una edad, se nos irá despidiendo
hasta dejarnos los árboles de la existencia nada
más y nada menos que un poderoso ramaje que iremos
recubriendo con las nuevas y serenas hojas de la memoria.
|
A la suya, tan necesaria para arrinconar el olvido, corresponde
la Memoria de un escritor con que se cierra el
libro. Pero llegados a este punto, en la antesala de Carmona
a vuela pluma, es necesario recordar una evidencia por
obvia que parezca: José María Requena es un
escritor de Carmona. Un magnífico escritor que no gozó
de los reconocimientos que su obra merecía entre las
más destacadas de la segunda mitad del pasado siglo;
y un carmonense afincado en la nostalgia de la ciudad de sus
primeras luces, cuyo pulso late en la trama de muchos argumentos
con los que levantó su fabulosa escritura. Carmona
a vuela pluma da sobradas pruebas tanto de una cosa como de
la otra y no se oculta la intención de animar, con
este delicioso trampolín de escritos carmonenses, la
lectura de su obra mayor, de las novelas y poemas que lo consagraron
como gran autor; porque leer, ay, es la más resuelta
manera de conjurar el olvido de un escritor y el mejor regalo
para quien se aplica a ello con la magnífica obra de
José María Requena.
|
Antonio
Montero Alcaide editó y prologó
"Carmona a vuela pluma. Antología de
escritos carmonenses de José María Requena".
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