Artículos de Prensa
Una selección de escritos de prensa publicados a lo largo de su vida

Poesías y otros textos

Poemas y otros textos sueltos, algunos inéditos

Conferencias
Facultad de Filología de Sevilla, Abril de 1997

Pregones
Pregón de la Semana Santa de Carmona 1952 y la Feria del Libro de Sevilla 1993

El alma de José María Requena
Breve colección de textos de José María Requena sobre Carmona

Carmona a vuela pluma
Antología de escritos carmonenses de José María Requena
  Presentación
  Detenido ejercicio de nostalgia
  Alma de gentes
  Patria de las devociones
  Historia literaria de Carmona
  Feria giraldilla
  Geografía del recuerdo
  Versos entrañados

Vida y obra de José María Requena
El estudio de investigación más amplio realizado sobre la vida y obra de Requena, escrito por el Dr. Ángel Acosta Romero, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Sevilla.




CARMONA A VUELA PLUMA: FERIA GIRALDILLA.

Feria "giraldilla", quinto capítulo de esta colección de textos carmonenses de José María Requena en el que rinde homenaje a la "peña bien nombrada" de La Giraldilla, con la que recorre Ferias de Carmona de otro tiempo. Contiene los artículos:

"Las 'peñas'y el nombre de una peña'", "La Feria que fue y ya no es", "La Peña cumple veinte años" y "Aquella fotografía".


 

 

La Feria que fue y ya no es

José María Requena
Carmona, 1952.


Para "La Giraldilla", peña de castizos, con
el reconocimiento de todo cuanto vienen
haciendo por la Feria de nuestra Carmona.

La Feria nació así: Ganado y Labranza, enamorados por conveniencias camperas, se dieron cita en las afueras del pueblo con la ilusión puesta en interesadas bodas de compraventas. Tratándose de emparejamiento por amaños de familia, sin flechazos ni trabajosas declaraciones, se hicieron imprescindibles el alcahueteo intermediario del tratante y el “piropeo” casementero del chalán. El Ganado, mocito fuerte, era un buen partido por trabajador sin cansancios, y la Labranza ofrecía en cambio, aparte de su belleza no tenida en cuenta, el atractivo de ser rica por pura listeza de fertilidades. La señorita Labranza compró, con oro de trigales, al sufrido Ganado que prometía mejorar capital con tesones y pocos gastos.

En algunas tierras la Feria siguió repitiéndose en el tono frío de yo pido tanto y yo pago cuanto, y yo exijo más sin un yo convido y sin el “compadreo” que le pega al caso. En Andalucía, la cosa fue otra: entre mulo y mulo, levantó un gitano que nadie recuerda una choza humilde, donde había un barril “pa animá los tratos”. Cundiendo la idea, cada labrador, cada ganadero, cada dedicado al palique del trato, fabricó un chozajo para guarecerse de soles que queman y para que el materialismo del negocio serio se sublimara un mucho en el forcejeo generoso de los convites. El vino colocó entre cantidades su mijita de cante, su derroche de charla sin por qué ni para qué, animando discusiones y evitando acaloramientos. Se aminoraron ganancias en la orilla del copeo y los feriantes regresaron a sus casas con algo de lo que ganaron y muy bien entrada la mañana nueva. De resultas de estos detalles, la madre de los niños, para evitar extravíos del padre, coronó su roete con un clavel rojo, trasladándose con avíos de cocina y biberones hasta donde el hombre explotaba el oficio.

El mujerío, no conformándose con un techado de retama sobre cuatro palos, convirtió la choza en tienda de lonas alistadas, y por aquello de querer ser “una” más que la vecina se inventaron cadenetas y farolillos y salieron a relucir esmeros de guisos y tapas. Al amanecer, el apetitoso perfume de una sartén de buñuelos borraba del aire el olor a cuadra de las bestias.

En los días de Feria se quedaron las casas bajo llaves, los patios sin chiquillos, las plazuelas sin viejos, las rejas sin novios, las chimeneas sin humos y las macetas sin flores... Los habitantes del pueblo labrador se marcharon al mercado con el griterío jubiloso de los días de gira, con sus más sentidas coplas a flor de labios y con las grandezas de sus almas a flor de sencilleces. Sobre la hierba primaveral y jugosa, bajo el techo común de los cielos, se reunían con campo y ganado los seres nacidos entre unas mismas torres, olvidándose roces de convivencia y fortaleciendo afectos con el ofrecimiento espontáneo de lo que se tiene.

La Feria del pueblo andaluz sin dejar de ser ocupación cortijera, sin dejar de ser una necesidad de campo sin parar y un sueño de cosecha por recoger, adquirió la prestancia de los festejos sin remilgos. El amo del burro se entendió a maravillas con el primer interesado en compra, gracias a la compresión que nace cuando se bebe vino de una misma garrafa, y el encaprichado por los postines de una jaca presumida se enamoró más de veras cuando el tratante la iba corriendo por entre un manojo de soleares y fandagos, de polos y de cañas de guitarreos finos y garabateos de baile. Los precios se ponían en su punto sin discusiones enojosas, porque hasta los intereses más “garavitos” se tornaban en rumbosos a la vista del desprendimiento general.

Llegó hasta el ferial el torero antiguo, entronizado en un caballo de torero, coronado por el típico catite y entallado en el gracejo de un traje corto. Traía la ganancia de su última corrida en la plata acabada de bruñir de sus caireles, cuando se apeó entre aplausos y celebraciones al borde jaranero del puesto más pobre. Cantó su copla y tuvo un aplauso para las demás coplas, y abrazó al gitano viejo que lloraba hablando de admiraciones. El torero aquel del siglo pasado terminaba su jornada de feria pidiendo dinero por cuenta de las estocadas de pasado mañana.

El bandolero galante y noble, ansioso de festejo, abandonó encrucijadas y serranías, para aventurarse sin faca ni trabuco, hasta el corazón mismo del bullicio. Eran aquellos días de Feria añeja, días de tregua en los que la denuncia era calificada de traición; días en que la justicia hacía la vista gorda ante el reconocimiento de unas patillas anchas y espesas de enemigo de leyes por desvalijador de diligencias.

Eran aquellos días de Feria distante, días en que la alegría no admitía competencias de castigos ni distanciamientos de castas.

El arrogante señorito ofrecía la grupa de su jaca costosa a la gitanilla más humilde, pero la gitana no daba a doblar su orgullo de raza hasta que el tronío del payito rico solicitaba con cien instancias de respeto y mil pólizas de piropos finos.

La aristocracia llegaba al real de la Feria con una sonrisa cariñosa para cada saludo y una felicitación para cada jeringuero, reconociendo abolengos y noblezas en el cantaor, en el guitarrista y en la que bailaba con el alma puesta en los brazos, en los pies y en la cintura.

Para su eselencia la señá duquesa tenía el pueblo damajuanas de vino especial, sillas nuevas de tomizas aún blancas, respetos salpicados de agradecimientos y todo un temporal de requiebros delicados para su cara morena y sus ojos picantes. Su eselencia la señá duquesa tenía para el pueblo satisfechos sonrojos que acusaban recibo de las alabanzas prodigadas a su majeza, preguntas cariñosas para los problemillas de las mujeres y pellizquillos tiernos para las bronceadas mejillas de un churumbel.

España entera se prendó de las ferias andaluzas. En los alrededores de nuestros pueblos blancos se entrevistaban una vez al año lo castizo y lo postinero, con alicientes de competencia en lujos y en prestancias.

Llegaron los tiempos nuevos, y con ellos el automóvil, tirado por caballos mecánicos, sin arreos pretenciosos ni andares elegantes. En cierta manera se divorciaron la Fiesta del trato y la caseta del ganado. La farola eléctrica le ganó la partida al candil casero. Se refinó la feria, se hizo distinta sin perder del todo la tradición campera de su razón de ser, gracias a la alegría sobrante que se cría en la tierra, su arte de saber beber vino y a la belleza insuperable de sus mujeres. Pero sin embargo la Feria de hoy es perpetua evocación de la Feria de entonces, de la feria que ya no es. El torero llega al ferial en el “haiga”, sin traje corto y sin tener que pedir dineros por cuenta de la corrida de pasado mañana. Todo está sujeto al cambio constante; la feria también... Pero nunca está de más recordar los principios sencillos que tuvo por cuna la feria andaluza, para que al menos exista una preocupación entusiasta por conservar sus más íntimos y hondos valores. La feria que fue ya no es, porque no puede serlo; pero sí puede alcanzar con espíritu y constancia el recobro de muchos detalles típicos lastimosamente perdidos.

Publicado en: Libro Programa. Peña “La Giraldilla”. Carmona, Feria de
1952.




Marzo de 2011

Carmona a vuela pluma
La Delegación de Cultura del Exmo Ayuntamiento de Carmona, Olavide en Carmona y Servilia Ediciones, presentaron en el Parador Nacional de Carmona el libro: "Carmona a vuela pluma. Antología de escritos carmonenses. José Maria Requena". Antonio Montero Alcaide, editor de la obra, junto a Juan María Jaén Ávila, hicieron una semblanza de los textos recopilados y la biografía del autor. ampliar>>

Junio de 2010

Pintura y poesía
Entre el 4 y 20 de junio se expone en la Biblioteca Pública Municipal de Carmona una muestra de pintura a cargo de alumnos del Aula de Pintura de Carmona, que bajo dirección de la profesora Dña. Manuela Bascón han realizado una serie de cuadros inspirados en poemas de José María Requena. ampliar>>

Enero de 2010

Memorias del periodismo sevillano
Con motivo del primer centenario de la Asociación de la Prensa de Sevilla, se presentó la obra "Periodistas de Sevilla (Retratos de autores de dos siglos)", editada por Mª José Sánchez-Apellániz, y que recoje un homenaje a las personalidades más destacadas del periodismo hispalense en los últimos dos siglos. ampliar>>

Julio de 2008

Décimo aniversario
El 13 de julio de 2008 se cumplen diez años de la muerte de José María Requena. El escritor sevillano Antonio Montero Alcaide homenajea su memoria en un artículo en ABC de Sevilla. ampliar>>

Noviembre de 2002

Publicada la obra completa
Editada por el Ayuntamiento de Carmona, ya está disponible el tercer y último tomo de las obras completas de José María Requena. Se trata de un total de tres volúmenes que recogen toda su producción poética, novelística, ensayística y de narrativa breve, además de una selección de artículos de prensa y diversos textos. Para más detalles: archivo@carmona.org
Teléfono: 954191458


Antonio Petit Caro
Reivindicación de José Mª Requena en el cincuenta aniversario de la muerte de Juan Belmonte
"Ahora que se conmemora con los honores que le son debidos a su memoria los 50 años de la muerte de Juan Belmonte, es momento para reivindicar la autoría de la primicia periodística de aquella luctuosa noticia. Y es que fue el escritor, poeta y periodista sevillano José María Requena quien primero lanzó al mundo la versión completa de lo que no fue sino una tragedia en "Gómez Cardeña"...." ampliar>>

Manuel Losada Villasante
En recuerdo de José M. Requena
"Compartí con José María Requena -hombre de pueblo entrañado con el campo- momentos inolvidables a lo largo de la infancia, juventud y edad madura, y me sentí muy unido a él humana y espiritualmente..." ampliar>>

Enrique Montiel
José M. Requena, una teoría de Andalucía
"Y es que resulta en extremo difícil desproveer la narrativa de Requena, tan pulcra y bien hecha, de lo sociológico, de lo político, de lo histórico..." ampliar>>


 
 
 
 
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